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BITACORA DE VIAJE
UNA LUZ
EN EL PANTANO
A media mañana arribamos a la última ranchada. los preparativos, garrafa de gas, marmita, alimen-
Relajo el cuerpo, desciendo de la canoa, mis ojos tos.
van recorriendo el territorio de tierra, la golpeo En el momento de encender el fuego, me percaté
con los pies, ya que de tanta agua creo no sentir de que la caja de fósforos estaba mojada. Comen-
la solidez debajo. cé a raspar las cerillas, una, dos, tres sin resultado;
La imagen que se me presentó denotaba pobre- las tiré al suelo, las dejé de lado por no servir ya.
za. Nuevamente un rancho con paredes de barro Sólo al cuarto intento pude prender la hornalla.
y techo de paja, pero el lugar lucía bien, limpio y Me encontraba colocando los fideos en la olla,
con cierto orden reinando a su alrededor. Seguí cuando una delgada anciana se acercó a mí, reco-
mirando, deteniéndome en dos figuras pequeñas, gió los tres fósforos y con tono humilde me dijo:
dos niños entre seis y siete años, jugando con una “Señor, cuando se secan, sirven”.
curiyú, víbora constrictora, carente de veneno. Se Otra oportunidad para evaluar mis exigencias a la
alimentan de alimañas dejando los alrededores vida; solamente se necesitaban tres fósforos para
de la vivienda libres de intrusos. indicarme la diferencia.
Si bien es común encontrarlas en los ranchos de Esa mano sarmentosa me recordó mi desconside-
la zona al cuidado de sus dueños, a mí, ver a esos ración. Habituado a las comodidades me percaté
niños con sendos palos azuzándolas, me parecía de que otros necesitaban hasta cerillas húmedas.
un espectáculo inimaginable. Ya desde entonces Les brindé café a todos y propuse sacarles unas
incorporaban a sus experiencias la naturaleza fotos; al unísono respondieron que sí.
que los rodeaba. Los hombres, prestos, deseaban aparecer como
De pronto un sollozo llamó mi atención, ubiqué el eran: figuras ariscas del pantano. En tanto las mu-
sonido y vi a un bebé acostado al aire libre dentro jeres, coquetas, aún entre los juncos, entraron al
de un alegórico moisés confeccionado con dos ca- rancho, salieron peinadas y con sus mejores pren-
jones de madera que antes contenían manzanas, das. Los pesares de la vida junto a la soledad de los
como colchón una raída manta, y como mosquite- pantanos no les habían quitado femineidad.
ro el cielo. Un ser que comenzada a vivir la angus- Ya de noche, junto al borde del agua, con una luna
tia de las carencias. brillante reflejada en ella, pude vislumbrar a lo
Ante tal visión, sólo atiné a retroceder unos pasos lejos una figura con manos secas por el tiempo
y sacar del fondo de la embarcación dos latas de prendiendo el fogón.
leche condensada y se las entregué a la madre. Dios quiera que esa simple llama no se apague.
Como telón de fondo, el quehacer de los marisca- Voy dejando atrás al Iberá, él me mira de frente y
dores: seis cueros de yacaré colgados, secándose parece decirme: nunca me olvides. Le respondo:
para luego ser vendidos por monedas o cambia- Jamás...
dos por alimentos; simplemente representaban Ciertamente lo añoro, Iberá agua brillante, habi-
un canje al sol que los alimentaría. tantes con corazón de toro, sus silencios y el mío
Solicité la venia para acampar, comenzando con se unen y sueñan juntos.
11 2 SEPTIEMBRE 2023 Revista El Pato
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