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BITACORA DE VIAJE

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                                                         YAHA – VERÉ








       Luego de festejar con Trin el anteúltimo tramo, nos va-  ojos produciéndole un corte profundo. La sangre cu-
       ciamos entre todos una botella de café al coñac Tres   brió un ojo y luego descendió hasta el hombro, y aún
       Plumas.                                              en ese estado continuaba la lucha.
       Me ofrecieron una hamaca paraguaya para descansar,   Al ver semejante cuadro, sin pensarlo, salté de la ha-
       mis huesos gritaron aleluya y dormité.               maca y con un fuerte ¡dejen de pelear carajo! me in-
       De pronto, sobresaltado me despierta un fuerte grite-  terpuse entre ellos separándolos. Pronto los ánimos
       río.                                                 se calmaron, me dirigí a la canoa, saqué el botiquín de
       Dos parroquianos jugando a las cartas; se prendieron   primeros auxilios, y luego de desinfectar la herida, con
       en una fuerte discusión, uno de ellos, en un arranque   una aguja curva de cirugía se la suturé. Una vez coloca-
       de incontrolada furia, tomó la mesa y la lanzó al aire,   do el apósito le insté a serenarse.
       cartas, copas, botellas y porotos aterrizaron en el sue-  De pronto un poco mareado, el herido se arrimó a la
       lo. El otro se inclinó, pronunciando el clásico sapucai   mesa ya puesta en pie y solicitó al cantinero dos vasos
       de pelea (con un vibrar de labios) y con presteza des-  y un vino tinto, me invitó a sentarme y los llenó y mien-
       envainó su cuchillo, lo contrarrestó el brillo del otro y   tras brindaba me dijo: Porteño te comportaste como
       ambos cuerpos se aprestaban ya a iniciar un entrevero   un esterero, aquí, en Yaha – Veré siempre te esperará
       donde las armas blancas, con seguridad producirían un   un amigo.
       desenlace infeliz.                                   Sin saberlo me había trasformado en uno de ellos, no
       El propietario del lugar, hombre conocido por sus aga-  supe si fue porque rompí el mito del Iberá al cruzarlo
       llas, rápidamente le quitó el cuchillo al más cercano,   o por mi actuar...
       pidiéndole imperiosamente al contrincante el suyo.   Esa noche, con una mayor comodidad me costó dor-
       Fue un acto de valentía y autoridad, evitando así males   mirme. Pensando en lo escuchado, un camarada en
       mayores.                                             el estero es incondicional y yo sin proponérselo tenía
       Los ánimos parecían aplacados y la discusión ganaba   desde ese momento uno. El orgullo ganó mi corazón.
       silencio, cuando de pronto, el más delgado y de menor   Por la mañana procedí a limpiarle la lesión y colocarle
       estatura se agachó quitándose de un pie la alpargata   un nuevo apósito. Me tendió su ruda mano, agrade-
       de dura suela de yute, y retó a continuar la pelea a gol-  ciéndome.
       pes de zapatilla. Los dos adminículos para proteger los   Me dirigí hacia Trin para revisarle la herida producida
       pies se transformaron en verdaderos rebenques; se    por la raya de río y en ese momento recibí, una mala
       azotaban a diestra y siniestra, los golpes se efectuaban   noticia. Bajó la vista y tomándome del hombro me dijo:
       con la superficie plana, las caras estaban rojas, acu-  “Compañero lo voy a tener que dejarlo, mañana debo
       sando el recibir tantos pequeños y duros azotes. Los   realizar una diligencia en otra dirección”.
       cuerpos un tanto cansados se distanciaban en busca   Me sentí triste por la futura ausencia y alegre por su
       de respiro.                                          demostración de aprecio; pues es raro en un hombre
       Un perro seguía sus movimientos, azuzándolos con los   de esos lugares proceder con una manifestación de
       ladridos.                                            amistad. El solo hecho de poner su mano en mi hom-
       Las miradas herían el aire, se estudiaban como que-  bro ya lo era.
       riendo adivinar el próximo golpe, aún en su tregua no   El siguió por su picada. La mía tenía otro destino, pero
       pedían ni daban cuartel. Yo sufría como recibiendo   las dos formaban estelas de cariño.
       cada zapatillazo. De pronto el luchador de mayor en-  Manuel Trin, arquetipo de esterero, serio, cauto, va-
       vergadura saltó y con un terrible golpe de arriba hacia   liente, medido, no es que te recuerde, sino que tu ima-
       abajo descargó con el canto de la alpargata un verda-  gen me acompaña constantemente.
       dero mazazo sobre el arco superciliar de uno de los   Suerte de viajero impenitente.



       11 8      OCTUBRE 2023                                                             Revista El Pato
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