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BITACORA DE VIAJE
LA EXPEDICIÓN
MÁS DIFÍCIL
(1º Parte)
La exploración mediterránea del Iberá sumó ri- curiyúes, boas de las vizcacheras o yacaninas,
betes muy complicados de canalizar, transfor- todas inocuas. Las rayas nos preocupaban por
mándola en totalmente insegura y extremada- la profunda herida que producía su cola al pi-
mente arriesgada, con varios y difíciles frentes sarlas.
a resolver, desde ya alejados de las aventuradas En cuanto a la navegación, tranquila, carente
incursiones anteriormente relatadas. de aguas blancas, donde siempre abrevamos
Sin datos precisos, carentes de cartas actuali- la sed por la potabilidad del agua. Esta especie
zadas por el derivar de las islas, la inseguridad de cerco de paz me sumergía en una idílica ob-
de los esteros y pantanos con la incógnita re- servancia; es sabido, en toda expedición hay un
gistrada en mi mente de saber que nunca había pero, menor o mayor.
sido cruzada en su total longitud, no pudiendo Uno de ellos, no el más preocupante, debíamos
con certeza determinar percances o situacio- sortearlo con una dosis de psicología y pericia
nes problemáticas; todo se transformó en una recogidas en otras incursiones. Las mismas sos-
incógnita. layaban el encuentro esporádico con los este-
Debo aclarar, he arrastrado en otras expedicio- reros, cazadores, mariscadores o habitantes,
nes riesgos como encuentros con arañas pon- que además de tomar precauciones por em-
zoñosas, víboras venenosas, ataques de yaca- plear su furtividad, en algunos casos desapare-
rés, fondos cenagosos, navegar por cursos de cían de nuestra vista o tomaban posiciones un
agua infectados por pirañas carnívoras, sopor- tanto defensivas; en general formaban una plé-
tar molestas picaduras de insectos, entre otros yade de refugiados de la justicia (robos, peleas
encuentros, que aparecieron dificultando por sangrientas, o alguna muerte). Nuestra canoa,
demás los recorridos, como también la integri- vestimenta y equipo daban una cierta imagen
dad física. de autoridad.
En contraposición, ningún viaje me ha dejado La mayor sin dudas se posaba en la necesidad
una impronta tan profunda, desde la diversi- de transitar sobre los embalsados, se debía “ca-
dad de aves, poder ver constantemente el des- minar ligero”, enseñanza de los lugareños, aun
lizar de los peces, merced a lo cristalino de sus así nos sumergíamos a menudo en la vegeta-
aguas, aún cuando innumerables cardúmenes ción, y al no contar con un entorno de conten-
de palometas criollas (de la familia de las pira- ción, los cuerpos se hundían.
ñas) pero con menor agresividad cercaban la Los embalsados compactos nos permitían
canoa, el observar a los silenciosos yacarés, arrastrar la embarcación con cierta seguridad,
más pequeños que los contactados en el Mato eso si debiendo chocar con tocones o raíces,
Grosso o el Amazonas, revestían acotadas pre- pudiendo ambas producir averiar en la tela. La
cauciones, siempre y cuando uno no estuviera observación constante y precisa cansaba la vis-
a corta distancia de ellos. ta.
Sólo me he topado con víboras constrictoras, (continua en la próxima edición)
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116 NOVIEMBRE 2023 Revista El Pato