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BITACORA DE VIAJE
LA EXPEDICIÓN
MÁS DIFÍCIL
(2º Parte)
En los riachos bajos donde debíamos descender Al decidir internarnos en medio del Iberá, el pano-
y guiar la canoa, las sanguijuelas se pegaban a las rama fue distinto, debíamos transitarlo transver-
piernas y en algunas ocasiones a la espalda; no salmente en un total de ciento ochenta kilómetros
generaban peligro, sólo engendraban repulsión al de largo por casi noventa de ancho, la altura de
desprenderlas, pensando en posibles infecciones. las espaderas y juncos se superaban en ocasiones
La precaución para evitar roturas nos hacia ca- al encontrar un pequeño árbol o al treparse en la
minar lentamente, las posibles refacciones serian pértiga tratando de escudriñar la extensa pers-
difíciles de solucionar, las débiles costas nos impe- pectiva. Desgraciadamente la vista desde esas pe-
dían trabajar con seguridad y a conciencia. queñas alturas sólo alcanzaba a divisar una enor-
Para tratar una herida, contábamos solamente me y anegada sábana verde.
con el botiquín de primeros auxilios, descartando En caso de perdernos, solamente disponíamos de
toda posibilidad de una ayuda médica. la brújula y el reloj para orientarnos; nos acompa-
Toda esta suma de inconvenientes nos arrojaba a ñaban el instinto y la observación del recorrido del
los brazos de un agotamiento más allá de lo nor- sol.
mal. Invito a cerrar los ojos y recorrer uno, tres, cinco,
Debo marcar algunas diferencias con las expedi- diez, dieciocho días seguidos corrigiendo rumbos,
ciones anteriores. En medio de la selva, me movía no visualizando el dónde estar, el acompañar al
libremente, aún el estar rodeado de ella, sin hori- tiempo por un camino incierto, además del can-
zonte avizorable sabía que utilizando la brújula, sancio del remo, sumársele arrastrar la canoa en
ésta me indicaría una línea recta, pudiendo en- un recorrido extenuante, caminar penosamente
contrar en su recorrido, algún sendero, una tribu o sobre los embalsados, acompañados de lluvia y se-
en casos extremos un ojo de agua y seguirlo hasta cados ardorosamente por el sol.
que se transformase en un río y caminando por Nunca estuve en una situación similar, el destino
sus costas siempre hallaría habitantes sedentarios. lejano, los cambios continuos, las expectativas de
En el Iberá ocurría todo lo contrario, estábamos corto alcance, las fuerzas exhaustas, la agudeza de
rodeados por pajonales de dos metros de altura, la mente funcionando al máximo, acompañando
que nos impedían ver el horizonte, constantemen- con una sola amiga: La Fe.
te debíamos cambiar de dirección por la deriva de Comprendí, luego de terminado el recorrido, que
las islas flotantes. Navegábamos trescientos, cua- todo lo lejano en nuestras mentes, está mucho
trocientos metros para luego virar a babor o estri- más cerca de lo pensado.
bor y otros tantos. En más de una ocasión tuvimos En el preciso instante de hundir los remos me pro-
necesidad de retomar el camino andando para en- yecté hasta el puente Chavarria, final del viaje, con
contrar otra salida, el occidente, el oriente, el sur y visos de inalcanzable, acompañando a la esperan-
el norte se mezclaban a tal punto de tener que to- za día a día, la perseverancia respaldó mis ener-
mar hasta más de diez desvíos en busca de la ruta gías, logrando con el brío diario acortar tan distan-
marcada, siempre con la invalorable brújula. te meta.
El recorrido hubiese sido sencillo si la acción de na- El cotidiano esfuerzo, sin darse cuenta consiguió
vegar hubiera estado a la vera de las costas firmes. que la lejanía me acunase en sus brazos.
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130 DICIEMBRE 2023 Revista El Pato