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Imaginémonos por un momento Pensemos que, casi todos, me-
la sorpresa de esos colonizado- nos los franceses, venían de so-
res españoles que la vieron pa- ciedades rurales todavía feuda-
recida a la de sus pagos de patas les o semi-feudales donde sólo
rojas. Parecidas, porque camina- cazaba el terrateniente, porque
ban mucho y sólo volaban con el la caza era cosa exclusiva de la
inminente peligro, pero también aristocracia. Y no era sólo cues-
por su carne blanca y exquisita. tión de status social, sino tam-
Pongámonos en el lugar de nues- bién legal: los campos y sus ani-
tros abuelos o bisabuelos ita- males salvajes eran propiedad
lianos, húngaros, croatas, fran- del hacendado y de su uso exclu-
ceses cuando vieron nuestras sivo.
extensas pampas llenas de estas Cuando pueda, lea la novela “Los
aves… ¡y poder cazarlas libre- Santos Inocentes” del fanático
mente!, fue sin duda una fiesta cazador español Miguel Delibes,
orgiástica. Ellos podían hacer o mire su maravillosa adaptación
aquí lo que sólo furtivamente que la llevó al cine... y compren-
podían allá. Además, venían de derá la felicidad de aquellos in-
campos expoliados con muchos migrantes que podían hacer acá,
siglos de caza. lo que les estaba vedado allá.
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