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BITACORA DE VIAJE
PERDIDOS EN EL
IBERÁ
Llevábamos tres días consecutivos durmiendo en las simples Me preguntaba sobre su uso y cuando afirmo su utilidad, es
ranchadas con vegetación a guisa de colchón, cuando nos porque todo lo aplicado por los estereros del Iberá res-
tocó desembarcar en una isla de sólida tierra, tan pequeña ponde a una necesidad; nada excede de lo imprescindi-
que apenas podíamos ubicarnos los cinco; parecíamos ma- ble, lo simple y lo aplicable forman parte de los principios
nifestantes parados mirándose unos a otros tratando de no de una supervivencia al límite.
chocarse; una visión irreal ante tanto verde acuático, pero la A media tarde el telón del enigma se descorrió, vi de
necesidad nos imponía irreverentemente adaptarnos. pronto a Manuel Trin sacar la pértiga del agua, introdu-
En el agua, las dos canoas de los moradores ambulantes cir el ápice en el cuadrilátero, apoyarla sobre el borde
descansaban plácidamente, en tanto la nuestra parecía se- del asiento quedando vertical al fondo de la canoa y con
guir sufriendo luego de una jornada agotadora. En segundos tres rápidos movimientos trepar a la vara para vislum-
comenzó a caer una intensa lluvia; armamos la carpa con un brar desde lo alto algún punto de referencia. Desde mi
solo parante por falta de espacio, respirando el olor a sudor posición yo miraba cuando su delgado cuerpo trataba de
por demás desagradable. Esperamos pacientemente, la no- ganar altura, quedándome maravillado no sólo por su agi-
che nos sorprendió, prendí la garrafa a gas y cociné un ligero lidad sino por el perfecto equilibrio. Aún en más de diez
potaje. saltos no pudo ubicar un punto no anegado.
Continuamos la expedición con un paisaje atípico. El nivel de En una laguna le pedí que me enseñara la técnica del atis-
las aguas había descendido en esa faja del estero, debiendo bo. Amablemente me indicó el proceso y presto traté de
seguir avanzando, arrastrando prácticamente la embar- ascender a los cielos, logrando solamente dar con mi hu-
cación durante todo el día, salvo cuando encontramos tres manidad sobre la superficie de madera. Mi risa se unió a
lagunitas inmensamente reducidas frente a nuestras expec- las francas de todos, demostrando que aun en los fraca-
tativas. sos se logra una alegría de aprendizaje.
Logramos avanzar unos diez kilómetros en todo el trayecto. Duro en mi concepto de no aflojar, cinco veces más mi
La canoa por momentos parecía un planeador, y teníamos cuerpo se hundió, y chapoteando entre plantas acuáticas
necesidad de alzarla para eludir algunas raíces, evitando así trepaba a la embarcación.
rasgones en la tela. Si sufríamos ese tipo de accidente, los Esperé agazapado en mi ansiedad. Casi al final de la jor-
arreglos se dificultaban al no tener un terreno firme; no olvi- nada intenté un nuevo acto de valentía, esta vez rodeado
demos la endeblez de las costas. de pajonales, pude subir hasta la cúspide, y me mantuve
En algunos pequeños hilos de treinta o cuarenta centímetros erecto unos segundos. Y caí luego sobre una Isla Flotan-
de ancho, la empujábamos de proa con una soga y de popa te, con tan mala suerte al hacerlo en forma vertical, que
ayudándola a deslizarse, en la mayor parte girándola para al tocar mis pies la superficie, mi cuerpo se sumergió en
encauzarla nuevamente en las cortas curvas, por lo tanto no esa masa vegetal hasta la altura del pecho. Las piernas al
podíamos continuar en línea recta. agitarse bajo el manto perforado, se enredaban con las
Por suerte el espíritu siempre superó al esfuerzo, el cual aun- raíces; en tanto mis manos se aferraban a las espaderas;
que no lo parezca, formaba una parte mínima del todo. La simples hojas alargadas, no podían sostenerme.
mayor preocupación estribaba en los altos pajonales, que no La situación dificilísima se transformó en dramática. En
nos permitían ubicar un punto fijo. Llegamos a delinear hasta pocos segundos más el Ibera recogería mi cuerpo en su
quince correcciones de rumbos por día, encaminados hacia fondo de arena, y su piso flotante me impediría ascender.
el poniente, en busca de un punto casi perdido Yaha veré. La experiencia me dictó que solamente podría salvarme
Al estar sentados en los asientos, la vista solamente se ele- si empleaba brazadas de natación tipo mariposa. Recién
vaba unos noventa centímetros; cuando nos parábamos, al tercer impulso logré apoyar mi torso sobre la superfi-
lográbamos distinguir una sabana de juncos, sin poder orien- cie y de allí en adelante, reptando sobre la acumulación
tarnos. de plantas, con mucha dificultad logré llegar al borde y de
Metódicamente acariciaba mi brújula como protegiéndola allí subir a la canoa.
en vistas a un uso inmediato. Las anteriores risas se trocaron en miradas de angustia
En un alto para lograr resuello, noté en la canoa de Trin, so- ante la imposibilidad de socorrerme. Una vez a buen res-
bre la imaginaria sentina, unas tablas clavadas de unos diez guardo, cuatro zapucay me levantaron el ánimo.
centímetros de alto, en forma de cuadrilátero sin tapa, per- Hacia las seis de la tarde logramos acampar en un sitio
pendicular al banco central, por supuesto también de ma- cómodo y seco.
dera, fijadas a las tablas mediante dos listones transversales Un día largo, difícil, lleno de incógnitas pero salvado con
ajustados con cuatro bulones pasantes. hidalguía de expedicionario.
82_ JULIO 2023 Revista El Pato
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